Historia del Judo

La historia del judo podría ajustarse perfectamente a una trama o a un guion cinematográfico de una apasionante película de acción y artes marciales con todos los ingredientes para los amantes de este género. Y no cabe duda de que inspiraría a los jóvenes para practicar judo.

Este arte marcial tiene su origen a finales del siglo XIX a través del japonés Jigoro Kano (1860-1938), originario de la actual ciudad de Kobe (Japón) y maestro fundador. Durante su infancia, Jigoro Kano fue maltratado físicamente con frecuencia debido a su carácter enfermizo y a su corta estatura, motivo por el cual quiso hallar la forma de hacerse menos vulnerable. De tal manera que, con 18 años, empezó a practicar jiu-jitsu, un modo de combatir sin armas que se empleó y se desarrolló en los combates del periodo de la guerra civil japonesa. Al entrar de lleno en la práctica y en el estudio del jiu-jitsu, Kano notó cómo fortalecía su físico y su conciencia y, al mismo tiempo, su talante impulsivo se tornaba pacífico y equilibrado.

Kano continuó instruyéndose y estudiando otros métodos y estilos hasta que consideró que, si desarrollaba el jiu-jitsu en mayor medida, no solo sería un simple método de lucha, sino que podría emplearse como una práctica eficaz para el desarrollo y el fortalecimiento físico, así como una manera de cultivar la mente y el espíritu. Para ello introdujo los matices más positivos del jiu-jitsu, suprimió los procedimientos más peligrosos e incluyó sus propias mejoras e innovaciones, dándole su propia denominación a esta evolución y transformación del jiu-jitsu: judo. Asimismo, fue el creador del término Kodokan, lugar donde se impartía la nueva modalidad de artes marciales.

El judo fue cosechando popularidad rápidamente y se introdujo en las escuelas, pasando a formar parte del Sistema Nacional de Educación Física de Japón. Pronto la expansión y la difusión fueron aumentando y el judo comenzó a traspasar las fronteras japonesas, afianzándose primeramente en Estados Unidos, Inglaterra y Francia.

Justo en la mitad del siglo XX se crea la Federación Internacional y en 1956 se realiza el primer campeonato del mundo en la capital de Japón, Tokio. A mediados de los sesenta (1964) se incorpora como práctica deportiva de exhibición en los juegos olímpicos de esta misma ciudad japonesa; y en 1972 comienza a formar parte del programa de las olimpiadas, aunque no es hasta las olimpiada de nuestro país -los exitosos juegos de Barcelona (1992)- cuando pasa a ser disciplina deportiva oficial de los juegos olímpicos.

Históricamente, el dominio de los judokas japoneses, basado en los resultados de las olimpiadas -campeonatos del mundo y otros certámenes de primer nivel- ha sido bastante considerable. No obstante, en las últimas celebraciones de los juegos, se han sumado al medallero olímpico del judo numerosos países como la propia España, Francia, Holanda, Alemania, Italia, Cuba, Corea, etc.

En la actualidad, el judo forma parte de programas de educación física estudiantil en decenas de países y está presente en multitud de eventos a nivel global, desde las modalidades infantiles, pasando por los mundiales universitarios hasta llegar a la categoría Senior.

Para practicar judo hay que tener una elevada capacidad de sufrimiento, aparte de una óptima condición física, gran elasticidad, velocidad de movimientos, anticipación y, un factor clave, el empleo de la fuerza y potencia del contrario para desequilibrarle en cuestión de segundos y en escasos movimientos.

Los judokas combaten sobre un tatami de forma cuadrada que suele rondar los 15×15 metros. El equilibrio y el autocontrol, el respeto al adversario y las normas del reglamento son fundamentales en esta famosa arte marcial y, como en la mayoría de disciplinas orientales, la deportividad es también esencial.