Historia del Jiu Jitsu
El origen mítico del Jiu Jitsu se sitúa en las llanuras de la India hace más de dos mil años. En aquel tiempo ya existía una activa fiebre por la peregrinación a zonas del Valle del Ganges, protagonizada casi siempre por individuos de baja estatura y carácter pacífico, aparentemente presas fáciles de las hordas mongolas que gustaban de asaltarlos para conseguir un sencillo botín. De esta forma, los hindúes se vieron en la necesidad de crear un sistema de defensa personal que no tuviera en cuenta la fortaleza física, ya que los mongoles eran mucho más altos y corpulentos, sino que, al contrario, se apoyara en el principio de palanca para aprovechar el propio tamaño del contrario. Habían nacido las artes marciales y el Jiu Jitsu fue la primera de todas ellas.
De la India pasó a China y de allí saltó el mar hasta la isla de Okinawa, en Japón, donde vivió su primer gran perfeccionamiento. Y es que el Jiu Jitsu fue adoptado por las clases guerreras (samuráis y miembros activos de cualquier shogunato) como propio, hasta tal punto que cada familia o facción tenía su propia forma de entender este arte marcial, con trucos y técnicas propias que se mantenían en el más absoluto de los secretos. El Jiu Jitsu, en ese momento, había pasado de ser un arte marcial defensivo a utilizarse para atacar a cualquier tipo de adversarios, aprovechando no solo su fuerza sino sobre todo el factor sorpresa.
En esa época el Jiu Jitsu se aprendía en las escuelas de Kenjutsu y, debido a las especiales características de los uniformes guerreros de Japón (con armaduras que evitaban la posibilidad de lanzar patadas y dar saltos), el estilo se fue definiendo hasta lo que hoy es. Asimismo existían escuelas de Jiu Jitsu que implementaban la enseñanza de este arte marcial con el uso de una espada denominada Daito que era propia de los samuráis. Como se puede apreciar en aquella época, decir Jiu Jitsu era exactamente lo mismo que decir combate y, por ello, esta denominación abarcaba cualquier tipo de lid entre dos o más adversarios.
Tras existir hasta 725 tipos de Jiu Jitsu durante el período Edo, los mismos se fueron fusionando los unos con los otros creando diferentes artes marciales de combate, algunas con reglas que decretaban quiénes eran los vencedores y quiénes los vencidos, y otras como el hapkido basadas en un principio no competitivo.
En 1889 Jigoro Kano tomó elementos del Jiu Jitsu y cambió su nombre por el de judo, en un intento de alejar las pervivencias de la decadente época imperial que tenían dicho nombre. Hay que recordar que Japón estaba pleno período Meiji, un momento de apertura al extranjero y un instante en el cual la antigua sociedad feudal nipona, basada en la dependencia entre el shogun y el samurái, estaba en franca decadencia.
En la actualidad el Jiu Jitsu que se está impartiendo tiene carácter tradicional, basado sobre todo en el combate y defensa personal de pie, incluyendo elementos de combate en suelo, con llaves e inmovilizaciones. El trabajo en suelo se denomina Ne waza y presenta tanto técnicas de desplazamiento a ras de suelo como técnicas de desplazamiento de rodillas. Estas últimas tienen su origen en el respeto debido al emperador o shogun (señor feudal) que asistía a algunos combates, lo que exigía que los luchadores estuviesen, en todo momento, de rodillas para mostrar su sumisión. De ello se ha derivado un estilo de lucha muy particular.
En España, el Jiu Jitsu como tal ha tenido poca popularidad hasta hace relativamente poco tiempo. Algunos de sus descendientes, sin embargo, sí han sido muy practicados, llegando a ser España potencia mundial, por ejemplo en judo.
